Por: Pedro Corporán Cabrera
El código de valores del paradigma dominante actual de la sociedad mundial que es el economismo, ha sido desnudado de nuevo como afrentosamente inhumano por la virulenta pandemia que ataca a la sociedad a nivel mundial.
Este paradigma asume una visión filosófica que hegemoniza en el hombre la faceta científica del homo economicus, el ente de necesidad material, elevándose a categoría de referente absoluto de la vida y valor exclusivo de la existencia.
Como aberración filosófica el economismo desintegra el círculo virtuoso de equilibrio y armonía con las demás facetas existenciales del ser humano, para imponer una concepción económica como la piedra, sin alma ni sentimiento.
Esa visión que han dado en llamar neoliberalismo, convertida en doctrina social e ideológica del capitalismo salvaje, etapa actual de ese modo de producción, impulsó la cultura del individualismo, el minimalismo de estado, la privatización de lesa nación del patrimonio público, la sobrevalorización del capital, del consumo y del libre mercado, elevados a valores humanos con la ayuda de la nueva educación y el indescriptible poder de los medios de comunicación.
Minimizar al estado resultó indispensable para la nueva vorágine económica basada en el crecimiento financiero a corto plazo sobre explotando los recursos humanos y naturales, lo cual produce un desarrollo marcado por la falta de igualdad, solidaridad y equidad; provocando crisis humanas recurrentes y profundas carencias democráticas.
Hoy los estados del economismo carecen de todo para enfrentar al covid-19, mientras más del 80% de las riquezas están concentradas en pocas manos. Sencillo, desecharon la experiencia de la crisis económica y financiera del 2008 generada por la economía privada, crisis enfrentada en lo fundamental por el mismo estado que pretendieron convertir en un átomo jurídico-político.
La paradoja del colofón del siglo XX fue la profundización de las desigualdades sociales en medio de las grandes revoluciones científica, tecnológica y del conocimiento, evidenciando que el capitalismo había regresado a su etapa salvaje primigenia sofisticada por los grandes avances de la humanidad.
Si tuvo razón el filósofo inglés Thomas Hobbes al considerar en su obra más afamada El leviatán que el hombre es un lobo para el hombre, la única forma de tener una sociedad justa es un estado fuerte que proteja y garantice un contrato social basado en una eximia doctrina humanista.