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Por: Ángel Lockward

El mundo cerró este viernes con 3,043,523 de infectados y 276,496  muertos por causa del Covid-19; nuestro país con 9,376 y 380, en esas casillas, según  https://www.worldometers.info/coronavirus/#countries, ocupamos el lugar 41 entre las naciones con más infectados y el 31 en la cifra de fallecidos, el quinto en América Latina después de Brasil, Chile, Perú y Colombia, todos con poblaciones muy superiores, a la nuestra: Algunos países con 3.77 veces más infectados, solo tuvieron 229 fallecidos, como Arabia o en nuestro continente, Chile en donde hubo 25,922 afectados al viernes y presenta 294 escasas muertes.

En nuestro caso con apenas 38,543 pruebas realizadas cualquier análisis se basa en cifras irreales, pues si el porcentaje de contagio, que se estima en un 2% se aplica, tendríamos más de 200 mil positivos, en consecuencia, la única cifra valida es la cantidad de fallecidos que en los últimos 15 días promedia 9 casos por día: Esa es la curva de aplanamiento real.

Previo al 17 de marzo, fecha del primer decreto de confinamiento, el pánico recogió a la gente en sus casas; 52 días después, por diversas causas – en especial económicas – no soportan el encierro – la desesperación los lleva a las calles – y, el Gobierno organiza la reactivación o se corre el riesgo de que simplemente, desoigan las medidas dictadas en el marco de una emergencia indefinida.

Los políticos, el Gobierno y los medios, han entendido mal la “emergencia” confundiendo su necesidad con un estado de excepción; en realidad, actualmente lo que el país sufre es la necesidad de una “emergencia sanitaria” que puede ser dictada por el Ministro de Salud en virtud de la Ley 42-01, incluso, siendo más abiertos, si incluimos los incendios de vertederos y de bosques en la Ley 147-02, sobre Gestión de Riesgos: Ninguna de ellas requiere la suspensión de los derechos fundamentales que autoriza restringir  el Estado de Excepción autorizado por el Congreso Nacional y que si fuere solicitado no debe renovarse más porque el Ejecutivo cuenta en la legislación ordinaria con poderes suficientes para hacer frente a la situación.

Las medidas indicadas por las autoridades para la circulación y, en los lugares públicos, deben continuarse, muchas de ellas – mascarilla, aseo permanente, guantes, etc., – serán parte de la nueva normalidad hasta que haya una vacuna, incluso determinados controles para la circulación nocturna a partir de las 7:00 pm., podrían mantenerse, cuando menos 30 días más, pero nada más.

En los últimos dos meses el país ha construido infraestructuras, reunido equipos y medicamentos para el manejo de la enfermedad y, sobre todo, el personal médico, aprendió a tratarla y, eso lo vemos en el reporte de fallecidos y de recuperados: El Covid-19, no es un problema que podamos desechar encerrados eternamente, sino una realidad con la que debemos convivir y, ella creó un monstruo peor que es el daño a la economía el cual producirá una cantidad de decesos y,  durante más tiempo.

Parecen solo cifras cuando se indica que este año no habrá turismo, pero no se olvide que 330 mil personas perdieron sus empleos directos y, que no ingresaran al país, al menos USD$ 7,000 millones: Eso es destrucción y muerte; las remesas que representaron una cifra parecida, caerán en al menos un 25% por la situación en USA y la UE y, eso es hambre en la población más vulnerable de nuestra sociedad en la cual muchos dominicanos comerán menos y tendrán menos medicinas: Todo a un costo mucho más alto, pues basta ver las operaciones en dólares que ha rondan el RD$ 58.00 por dólar.

El daño económico no mata a los ricos – solo causa molestia en su órgano más sensible, el bolsillo -, asesina en masa a los más pobres y por eso debemos salir, ordenadamente, a reconstruir el país: Cuando sufrimos a David la devastación era visible, ahora es invisible, pero infinitamente mayor.

Entre otros errores, el Gobierno – que termina en tres meses – cometió dos que en democracia se pagan muy caros, el primero, no hizo parte de la solución a todas las fuerzas políticas que le sustituirán – quiso quedarse solo a pagar el costo – y el segundo, tratando de controlar la información careció de una gerencia adecuada para hacer masivos los test de pruebas, ahora, hay que evitar un tercer error, todavía peor que es continuar dormido – más bien congelado – en un estado de emergencia insostenible que ya nada produce, excepto desesperación y más muertes.

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