Molly Russell, que sufría de depresión, se suicidó en noviembre de 2017 cuando tenía 14 años.
En un intento de comprender su gesto, sus familiares descubrieron que había sido expuesta en las redes sociales, principalmente Instagram y Pinterest, a numerosos contenidos que evocaban el suicidio, la depresión y la autolesión.
Un procedimiento judicial llamado «Inquest», destinado a determinar las causas de su muerte, llegó a esta conclusión el viernes en Londres, después de diez días de audiencia.
Los contenidos vistos por la joven «no eran seguros y nunca deberían haber sido accesibles a una niña», afirmó en sus conclusiones Andrew Walker, encargado del procedimiento.
En lugar de calificar su muerte de suicidio, consideró que la joven «murió debido a un acto de autolesión, cuando sufría de depresión y de los efectos negativos de contenidos vistos en internet».
El funcionamiento de los algoritmos de las redes sociales, que tienden a ofrecer a los usuarios contenido similar a lo que vieron anteriormente, «sin duda tuvo un efecto negativo en Molly», insistió.
En el Parlamento del Reino Unido se está examinando una ley sobre «seguridad en línea», destinada a lograr un equilibrio entre la libertad de expresión y la protección de los usuarios, en particular los menores.