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Santo Domingo. – El expresidente Danilo Medina volvió a dar muestras de que no encuentra el camino para explicar a sus seguidores y al país las causas reales de las dos derrotas electorales que sufrió en este año el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), cuya responsabilidad se atribuye en gran medida a las acciones erradas del exmandatario.

En su autocrítica del pasado domingo, al dejar iniciado el IX Congreso del PLD que busca una renovación, Medina obvió, por ejemplo, referirse a los acontecimientos del 6 de octubre que provocaron el cataclismo divisionista más grande de la historia de la organización.

Su discurso de ahora contradice al que pronunció el 21 de octubre de 2019, dos días después de la renuncia del expresidente Leonel Fernández, donde advirtió que con los hombres y mujeres presentes en esa asamblea él particularmente ganaba las elecciones presidenciales, legislativas y municipales de este año.

Su único delito
Medina respondió también en esa ocasión a las fuertes críticas de Fernández, afirmando que el único delito que había cometido era no haber fracasado en la Presidencia de la República, y que inclusive, lo estaba haciendo mejor que el expresidente en sus tres períodos de gobierno (1996-2000), (2004-2008) y (2008-2012).

Callejón sin salida
A Medina, quien gobernó el país en los períodos 2012-2016 y 2016-2020, se le atribuye además haber llevado al PLD a un callejón sin salida, cuando sus seguidores haciendo uso del poder intentaron en el Congreso pasar una segunda reelección presidencial contra viento y marea, perdiendo el favor popular.

También que al fracasar estos aprestos en medio de extendidas protestas populares y un cerco militar en el Congreso, entonces el presidente Medina impuso con su mayoría a Castillo, primero como precandidato para enfrentar a Fernández, quien era el presidente del partido, y más adelante en las primarias internas, que desataron todos los demonios.

Desde entonces las estrategias de Medina y Castillo se concentraron en intentar de borrar de la faz de la tierra el liderazgo de Fernández, así como su obra de gobierno, que antes la organización exhibía orgullosa, lo que creó confusión.

Sin embargo, para los analistas políticos a Medina pareció traicionarle el pensamiento cuando en una rezagada integración a la campaña electoral, dijo con vehemencia el 28 de junio en San José de Ocoa, que los partidos políticos divididos no ganaban elecciones. La expresión cayó como un balde de agua fría en los candidatos y la otrora enardecida militancia peledeísta que sentía el peso del fraccionamiento.

Los principios
El cansancio de la pesada maquinaria peledeísta había comenzado a reflejarse tras la derrota del 2000 y su transformación sin control de un partido de cuadro, con una disciplina férrea, a un partido de masas estructurado con el único propósito de ganar elecciones sin importar las artes utilizadas.

Primero el PLD azuzó la destrucción del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), que había sido su aliado, y luego puso la mira en su único obstáculo, el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), hasta darle el tiro de gracia en el 2014.

Para esa época ya la dirigencia peledeístas estaba convencinda de que el poder se ganaba con cualquier candidato, y que para obtenerlo de nada valían los principios que le dieron origen, sino la acumulación de dinero.

Por esas razones los cañones se enfilaron entonces hacia sus propias estructuras internas, que desde 2007 comenzaron a fraccionarse entre leonelistas y danilistas, pese a las advertencias de que si no se renovaban corrían el riesgo del PRSC y el PRD.

“Todos iremos presos”
La convulsión interna transcurrió en el PLD durante los procesos electorales de 2008, 2010, 2012 y 2016, hasta que finalmente el presidente Medina aplastó a Fernández en 2019, triunfando en la guerra interna, pero perdiendo el control del poder que mantenían de manera ininterrumpida desde  el 2004.

El Partido Revolucionario Moderno (PRM), una organización política relativamente nueva, surgida de las cenizas del PRD en el 2014, sacó del poder al PLD, desplazándolo de manera convincente de la presidencia, el Congreso y la mayoría de alcaldías.

Emblemáticos dirigentes peledeístas llegaron a vaticinar en reiteradas ocasiones que si continuaban con las luchas internas y perdían el poder irían presos todos, debido a la corrupción administrativa.

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