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Por Rafael Ciprián

La guerra que libran la justicia y la corrupción como enemigos irreconciliables, hasta alcanzar condiciones antagónicas, tiene una categoría épica. Empleamos aquí, por una parte, el concepto justicia como la exclusiva potestad jurisdiccional del Estado, delegada en los jueces y tribunales para que den a cada uno lo que le corresponda.

La corrupción administrativa, por la otra parte, es toda actuación de los funcionarios y empleados de la administración pública, mediante la cual sustraigan fondos del erario o que prevaleciéndose de sus funciones obtengan beneficios económicos que no sean los correspondientes a sus asignaciones de sueldos y otras partidas legales o reglamentariamente establecidas, o los obtengan ilegalmente para provecho de sus familiares y relacionados.

El origen histórico y el espacio en que se produce la aplicación de la justicia son los mismos de la corrupción administrativa. Se encuentran en la creación y desarrollo del complejo aparato de dominación y orden social, económico y político, por medio del monopolio legal de la violencia organizada y sus instituciones, que denominamos Estado.

Ciertamente, sin Estado no habría ni justicia ni corrupción administrativa, en el sentido académico y jurídico que las entendemos hoy.

Antes del surgimiento del Estado solo regía la moral. No existía la coacción oficial, la instituida de hoy. Eso era cuando todavía las personas de entonces no conocían la propiedad privada sobre los medios de producción. La tierra era el medio de producción por excelencia. El arco y la flecha, la lanza y otros instrumentos de pesca y caza colectivamente fabricados eran propiedad común. Lo que la tierra y esos artefactos producían era para la comunidad. La propiedad privada sobre los utensilios meramente personales es otra cosa. Vivían en la llamada sociedad primitiva, bajo normas morales, y sin Estado. Por ejemplo, la sociedad taína, en nuestra isla, a la llegada de Cristóbal Colón, en 1492.

Ahora bien, con la descomposición de la sociedad primitiva, debido a la división social del trabajo, la aparición de la propiedad privada sobre los medios de producción, la acumulación de bienes y la desigualdad patrimonial, con todos sus vicios y violencia, apareció en el mundo la sociedad esclavista y con ella el Estado. Este garantizó el nuevo orden, con sus intereses, privilegios y dominio de las mayorías por una minoría que controló el Estado, para mantenerse como dueña del poder político y sus accesorios.

La corrupción administrativa es el cáncer del Estado. La justicia es la cura. Pero sabemos que el principio activo de esta medicina solamente funciona cuando la sociedad respeta su constitucionalidad, que es suinstitucionalidad.

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